Me rebelo contra ti
Acuarela y tinta china sobre papel
29,30 x 42 cm
Colección privada
Contactar con lacasual.carlosmontes@gmail.com
Acuarela y tinta china sobre papel
29,30 x 42 cm
Colección privada
Contactar con lacasual.carlosmontes@gmail.com
Voz y texto: Rosario Campos
Música: Paula García Tejero
Padre nuestro que estás en los cielos
¿por qué me engañaste?
¿Por qué me convenciste de que el amor lo podía todo?
Me dijiste que éramos iguales y te creí.
Cumplí tus mandamientos seguro de que los demás los cumplían,
pero cuando levanté la vista de las escrituras y bajé del púlpito
me di cuenta de que todo era mentira.
Si todos venimos de Adán,
¿por qué no nos comportamos como hermanos?
Porque un hermano no mata a otro hermano, ¿o sí?
Quizás no entendí qué querías decir con aquello de
“amaos como yo os he amado”.
¿Cómo nos has amado tú? ¿Cómo me has amado a mí?
¿Dónde está tu amor en la miseria, en el hambre, en la guerra, en la pérdida, en la desolación?
¿dónde?
Y no me digas que es cosa del hombre, porque no te lo consiento.
El hombre no pinta nada, eres tú quien lo permite, eres tú quien lo ordena.
No siento que nos hayas abandonado, siento que nunca estuviste con nosotros.
Mi fe flaquea, no entiendo esta injusticia, ¿por qué a mí?
Si mi pecado fue ayudar al prójimo, ¿quién decidió qué prójimo era el correcto? ¿también tú?
Me rebelo contra ti y si mañana estoy muerto
que mi cuerpo no entre en iglesias ni cementerios.
No quiero rezos, ni velas ni llantos de beatas.
Que me entierren en la tierra, que las arañas tejan mi sudario, que me lloren las luciérnagas.
Sí, que me entierren en la tierra,
con los proscritos, los odiados, los ajusticiados, los revolucionarios,
como Cristo que con amor revolucionó el mundo.
Que me entierren con los desertores, los traicionados, los traidores…
Sí, Dios, que me entierren con ellos porque también son mis hermanos.
Y el que me saque de esta celda,
y el que me haga el paseíllo,
el que tire el tiro que acabe con mi vida,
el que cave la fosa donde descanse,
el que me lance dentro de ella,
el que me eche la tierra encima,
el que se olvide de dónde dejó mi cuerpo.
Sí, Dios, son mis hermanos, así me lo enseñaste, por eso los perdono.
Pero a ti no, no te perdono.
Es más, te condeno a un día en la tierra,
a que conozcas el sabor de la hiel y la sangre,
a que la desesperación te agote,
a que te des cuenta de qué poco sentido tiene la vida.
Me abrazo a la cruz, la pego a mi pecho, siento su contacto y aún pienso si servirá de algo.